Mirada, Luz y equilibrio, la obra de Ricard Duran, es una forma de entender la fotografía sin manipulación alguna, aportando nuevos registros al lenguaje fotográfico y con una búsqueda constante de la luz.
Su producción tiene varias lecturas. Por un lado, podemos observar la voluntad documental, la de enseñar la Barcelona de la época: la ciudad del Seat 600, de las procesiones, de la Diagonal vacía. Por el otro lado, e incluso más importante, la vertiente estética como seguidor del movimiento de la Nueva Objetividad.
Su obra enmarcada en la llamada Nueva Objetividad, movimiento surgido en Alemania, a principios de los años veinte, como reacción frente al Expresionismo. El análisis formal del entorno –a través de una esmerada composición de volúmenes y el tratamiento sutil de la luz que muestra el contraste de texturas– aboca al espectador a una realidad sobria y austera.
